sábado, 9 de junio de 2018

Dama de la Poesía: HOY ES MEJOR QUE AYER

Dama de la Poesía: HOY ES MEJOR QUE AYER: Hoy es mejor que ayer. Brumas de duda se disipan el sol brilla y promete realidades el cielo acaricia el vestido azul de la ilusión c...

miércoles, 14 de diciembre de 2016

UNA MIRADA FEMINISTA, Lucía Melgar

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Una mirada feminista

LUCÍA MELGAR
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Elena Garro no se consideraba feminista. Sin embargo, en su obra hay una mirada feminista. Tomar las palabras de la autora al pie de la letra es sustituir la entrevista por la crítica y olvidar que la obra, como escribiera Lukács acerca de Balzac, puede decir más de lo que el autor pretende, en ese caso mostrar las contradicciones de la sociedad burguesa de su época, además de retratarla. En cuanto a la obra de Garro, su importancia para el feminismo es innegable, si por mirada feminista se entiende una perspectiva crítica de la condición de la mujer, de la desigualdad y de la violencia machista. Ya en los años 70, la crítica chilena Gabriela Mora ofreció agudas lecturas del teatro de Garro desde la perspectiva de la entonces naciente teoría literaria feminista latinoamericana.
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Quizá se ponga en duda la pertinencia de definir como feminista a la autora de Los recuerdos del porvenir, Testimonios sobre Mariana, o La señora en su balcón debido a las contradicciones de su propia persona o de su personaje público. Elena Garro fue en más de un sentido una mujer de vanguardia: arrojada, independiente, capaz de tomar decisiones y de enfrentar al poder desde la fuerza de sus convicciones. Fue también una mujer vulnerada y vulnerable, arrebatada, que se volvió temerosa, a veces hasta la “paranoia” (fundamentada o no).
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En su obra, por otra parte, se cierne sobre las protagonistas de numerosas novelas y piezas de teatro una recurrente fatalidad que a veces se asocia con un vago destino y a veces remite a la violencia estructural que se deriva de la desigualdad de género. La cualidad de “rebeldes fracasadas” que atribuyó Mora a las protagonistas de las farsas de fines de los años 50, caracteriza también a las de las novelas de los 80 y 90, aunque éstas resulten cada vez menos rebeldes y más fracasadas. La repetición de la desesperanza y la pasividad de muchas personajes que carecen de capacidad de acción, de autonomía, puede desalentar a quienes buscan en la literatura escrita por mujeres a heroínas admirables o vanguardistas, aun si la autora cae en anacronismos, exageraciones o clichés. Lejos están las personajes garrianas de ese perfil, y lejos está también la exaltación de la super-mujer de la literatura feminista crítica.
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La obra de Elena Garro es importante para el feminismo, no porque cree mujeres liberadas, o heroínas de avanzada edad, sino porque capta con particular agudeza las desigualdades y violencias que afectan a mujeres y niñas y desmonta, y expone, los mecanismos de abuso, violencia psicológica, física y sexual que las limitan. Con gran lucidez sugiere también las conexiones entre la violencia política, social y personal, los efectos destructivos del machismo en las mujeres y en los hombres, así como la contaminación del discurso político y cotidiano por la mentira, la demagogia y el abuso del poder.
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Si muchos de estos temas han sido retomados y ampliados por el feminismo, Garro de hecho se adelantó a su tiempo. Su crítica del amor romántico, del matrimonio, y de lo que hoy llamamos estereotipos de género aparece ya en sus farsas de 1957, Un hogar sólidoLos pilares de Doña Blanca y Andarse por las ramas, con una fina ironía que mueve a la risa y a la reflexión. En sus dramas rurales Los perros y El rastro, como expondré aquí, pone en primer plano temas silenciados en su época y todavía problemáticos, como la violación y el feminicidio. No esquivó tampoco la violencia entre mujeres, por razones de clase y etnia, como ejemplifican las piezas El árbol y La mudanza. Supo plasmar, además, las contradicciones e injusticias de una sociedad clasista y racista, y de un mundo que encumbra a los poderosos, y excluye a los disidentes, a los pobres y marginados y a los millones de seres que, sin papeles, dinero, ni hogar, se convierten en ”no personas”, es decir, en gente sin derechos, para muchos desechable y en todo caso vulnerable.
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Más allá de su vigencia por las experiencias de vida y los problemas sociales que plantea con gran lucidez en su ficción y teatro, Elena Garro es una de las mejores plumas del siglo XX por la maestría de su escritura, por su sensibilidad para la oralidad, la agilidad de sus diálogos, la belleza o densidad de sus imágenes visuales, el ritmo y, en general, la calidad poética de su prosa, en sus mejores textos.
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A modo de invitación a la lectura o a la relectura en el centenario de la escitora, comentaré brevemente aquí Los perros y El rastro, obras muy sombrías e impactantes por su fuerza dramática y poética. Dejo de lado facetas más luminosas, como los cuentos con niñas protagonistas de La semana de colores (1964) donde la idealización del jardín de la infancia no vela del todo la represión de la sensualidad femenina pero se mantiene la fuerza de la imaginación como vía para superar la mediocridad del mundo.
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La magia negra de la palabra
Mientras que la mayoría de las obras de teatro en un acto de Garro mezclan ironía, fantasía y a veces humor, incluso cuando tratan del desamor o del fracaso matrimonial, Los perros y El rastro son textos obscuros. En ellos, el lenguaje poético revela el poder de la palabra y del silencio como instrumentos destructivos al servicio de los personajes masculinos. La intensidad poética refuerza las críticas de Garro contra la opresión y el machismo. La conjunción sensibilidad, sentido crítico e intensidad dramática al tratar temas tan complejos y dolorosos como la violación o el feminicidio en estos textos es magistral.
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Inspirada en el contacto de la escritora con el medio rural mexicano, Los perros expone la violación como un instrumento que, conforme a las normas sociales machistas, permite mantener a las mujeres en una posición social subordinada. En una choza aislada en un paisaje estéril, una madre y su hija de doce años se preparan para ir a la fiesta del pueblo a vender tortillas y a escoger un día colorido que les cambie la suerte. Úrsula, la hija, se resiste a ir pues, como intenta explicarle a su madre, ha captado una mirada amenazante, la de Jerónimo, un hombre que, como se confirma después, la desea, pese a su corta edad. Mientras que Manuela, la madre, trata de restarle importancia a los temores de su hija, el aislamiento en que viven, el silencio que las rodea y las palabras cargadas de amenazas con que su primo Javier finge advertir a la niña del destino que la espera, crean una atmósfera tensa y cargada de presagios.
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El poder de la palabra se refuerza aquí con la creencia de que si se enuncia algún hecho terrible (pasado o presente), éste sucederá (o se repetirá). Así, por ejemplo, a través de imágenes que humanizan la naturaleza y vuelven ominoso el silencio, Javier enuncia el rapto que va a suceder en la silenciosa obscuridad de la noche, como una violencia inevitable.
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La alusiones al deseo “torcido” de Jerónimo y al acto de quitar “la inocencia”, configuran la violación como un despellejamiento, casi ritual, que prácticamente destierra a la mujer del mundo, al convertirla en “la sin piel, la desgraciada, la que no puede acercarse al agua ni a la lumbre, ni dormir en paz con ningún hombre” (Los perros). Lejos de atribuir esta horrible transformación al mero “capricho” de un hombre sin escrúpulos, Garro expone los prejuicios de una sociedad machista que estigmatiza a la mujer violada, no al violador, y denuncia la violación como un arma con la que los hombres, con la complicidad social, impiden que ésta se convierta en “una mujer lucida y temida de los hombres”, es decir, en una mujer libre y autónoma.
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La visión crítica del machismo y de la violencia de género culmina con el relato de Manuela, quien rompe un silencio ancestral para narrar su propia violación a manos del padre de Úrsula. Su discurso no cambia el destino de la hija, que será raptada por los cómplices del violador. Sin embargo, la ruptura del tabú sobre la sexualidad y la violencia sexual que supone, es importante para Úrsula, ya que así podrá entender lo que le suceda, y sabrá que su madre irá a buscarla. Al mismo tiempo, la forma en que Manuela alude a su propia experiencia resignifica, desde una perspectiva femenina, la violencia sexual y pone en palabras el dolor del cuerpo vejado y violado.
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A la vez que rompe con la tradición occidental de velar la violación como “seducción”, en éste y otros textos, Garro evita la descripción gráfica de los hechos que pone al espectador o lectora en posición de voyeur. Aquí y en otros textos, como Los recuerdos del porvenir, recurre a la elisión o a un silencio que resulta más terrible que las palabras porque permite imaginar lo peor.
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La construcción de la enemiga
El rastro, cuya acción también se sitúa en un páramo aislado, puede leerse como complemento de Los perros. Aquí, el asesinato de la mujer se configura como consecuencia de un concepto exacerbado del machismo. Este ideal distorsionado contrapone a hombres y mujeres, conlleva una visión dualista de éstas como santas o prostitutas, y favorece la aceptación social de la violencia. Al mismo tiempo, Garro expone los códigos sociales del machismo que imponen a los hombres un concepto de masculinidad insostenible y destructivo. Además de promover la violencia contra las mujeres, este modelo social, inalcanzable, fomenta la violencia entre los mismos hombres, ya que quienes transgreden la norma han de ser castigados.
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En un paisaje nocturno similar al de algunos cuentos de Rulfo, el protagonista, Adrián Barajas, enuncia un discurso delirante mientras se encamina hacia su choza. De principio a fin, dos hombres anónimos lo observan y comentan sus palabras. Barajas lamenta la muerte de su madre y expresa su furia y sus amenazas implícitas contra su pareja, Delfina, quien, embarazada, lo espera junto al fogón.
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En un pasaje densamente poético, Barajas alude al asesinato con que espera liberarse de los lazos afectivos que ahora, dolido “huérfano”, le pesan como traición a su venerada madre. Ésta, imagina, lo espera en un cielo ensangrentado, donde “la tierra no devora la sangre y ésta permanece regada sobre los campos como hermosos granizos carmesíes”. En ese paisaje, anhela en su delirio encontrar a sus antepasados, a su madre, y a las mujeres “a las malignas, a las que nos atan a estas piedras, con los pechos cortados en cuatro lenguas de sangre “ (El rastro). El exceso metafórico de los ríos de sangre sugiere una honda y expansiva corriente de violencia, que denota la profunda misoginia que manifiestan testigos y protagonista, y la fuerza de la culpa, desesperación y rencor de éste. La intensidad poética de las imágenes transmite a la vez el sufrimiento del hombre y la crueldad que, con su puñal, descargará sobre su pareja.
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Al llegar a la choza, Barajas insulta a Delfina, la denigra como agente del mal, víbora, prostituta y devoradora insaciable. A las súplicas de la mujer que alude a su futura maternidad con la esperanza de salvarse, el hombre responde con saña. Barajas, idealiza a su madre pero denigra hasta la deshumanización a la mujer deseada, a la madre de carne y hueso, contraste que lleva hasta sus últimas consecuencias la dualidad atribuida al “mexicano” en El laberinto de la soledad.
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Tras matar a Delfina a cuchilladas, Barajas sale al campo y llora su soledad y su dolor: teme que el fantasma de ésta lo ronde y sigue lamentando su orfandad. Los hombres anónimos, testigos y cómplices silenciosos del asesinato, deciden entonces matarlo “para que aprenda, aunque sea tarde”. Lo que castigan no es el feminicidio sino el que Barajas se raje. Infligen así un castigo ejemplar a quien transgrede el patrón social de la masculinidad violenta y estoica. Como puede notarse, lejos de caer en la mera denuncia, Garro desmonta en este texto los mecanismos del machismo, de la opresión y la violencia, y muestra claramente su destructividad.
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Por la lucidez de su mirada crítica, feminista, y su prosa excepcional, Elena Garro es sin duda una de las escritoras más significativas para nuestro tiempo.

jueves, 26 de febrero de 2015

EXPLICACIONES, María del Pilasr Jorge (Argentina)

Ante la amable invitación de Benjamin Araujo, paso a presentar un primer poema, de los cinco que integran la convocatoria.

Explicaciones

Que si me nace una sonrisa,
sin un motivo aparente,
que el café está muy frío.
que se me arruga la frente,
que si a la vuelta de la esquina
agitan bombos y platillos
trasnochados murgueros
sin plata en los bolsillos!…
No me pienses distraída,
ni me imagines ausente
El amor no siempre se traduce
en expresiones decentes.
Si necesitas palabras
para saber que te quiero,
no encontrarás las correctas
si me criticas primero.

María del Pilar Jorge

lunes, 12 de mayo de 2014

NINFOMANÍA, TEMA DE EXHIBICIÓN EN EL MUSEO TATE BRITAIN, Zoe Pilger (traducción de loa nota de The Independent: Jorge Anaya

La exposición Cuerpos de la naturaleza explora la figura del núbil ser en la pintura
Ninfomanía, tema de exhibición en el Museo Tate Britain
Incluye pinturas de finales del siglo XVIII y principios del XIX, algunas de artistas famosos como Joshua Reynolds y Thomas Gainsborough
Dan una visión fascinante de las costumbres sexuales de una Europa en una época en la que la ciencia ponía en duda las creencias religiosas
Foto
Una ninfa durmiendo, de Thomas Stothard, de fecha desconocidaFoto Tate Britain
Zoe Pilger
The Independent
Periódico La Jornada
Lunes 12 de mayo de 2014, p. 8
La ninfomanía se refiere al apetito sexual excesivo. En fecha reciente el director danés Lars von Trier causó escándalo con su filme épico Ninfomanía, en el cual Charlotte Gainsbourg personifica a una adicta sexual.
Con frecuencia se diagnostica a celebridades con la misma adicción.
Parece que aún estamos obsesionados con la ninfonamía, condición siquiátrica inventada en el siglo XIX para controlar el deseo en la mujer. En ese tiempo se podía diagnosticar con ese padecimiento a una mujer sólo por tener sueños eróticos o por experimentar deseo en cualquier forma. La cura eran sangrías y baños helados y, si no funcionaban, confinamiento en un manicomio. Era una enfermedad específicamente femenina; el equivalente masculino, satiromanía, se diagnosticaba con menos frecuencia.
La ninfomanía deriva su nombre de las ninfas núbiles de la antigüedad clásica, que jugueteaban entre arroyos y ríos en bosques y grutas. Esas deidades menores existían fuera de la polis y, por tanto, fuera de las normas sociales de conducta sexual. Representaban a la naturaleza, sensual e indómita. Hoy día serían diagnosticadas de hipersexualidad.
Una nueva exposición, Bodies of Nature (Cuerpos de la naturaleza),acaba de ser inaugurada en el Tate Britain. Explora la figura de la ninfa en pinturas de finales del siglo XVIII y principios del XIX, pertenecientes a la colección del museo. Contiene obras de artistas famosos como Joshua Reynolds y Thomas Gainsborough, así como de otros que han sido ignorados, notablemente Thomas Stothard. Muchas de las obras menos conocidas están dañadas; tienen la superficie agrietada y gastada, lo que contribuye a su encanto. La curación es idiosincrásica; trae a la luz la relación entre el mundo clásico, la Ilustración y la época actual, e ilumina los fetiches que tenemos en común.
A primera vista, las pinturas parecen ser poco más que escenas pastorales sentimentales y levemente pornográficas, nostálgicas de una edad doradaperdida, como la consideraba Reynolds. Sin embargo, ofrecen una visión fascinante de las costumbres sexuales de una Europa que experimentaba un cambio sísmico. Los avances de la ciencia ponían en duda las creencias religiosas. Hubo revoluciones en Francia y Estados Unidos. Y la invención de la enfermedad de la ninfomanía apuntaba al terror de la sociedad hacia la emancipación de la mujer, incipiente pero en crecimiento.
Varias de las pinturas sugieren una inversión de la jerarquía tradicional. Hombres solitarios e infortunados aparecen castrados: más bajos de estatura y más débiles que las ninfas rotundamente femeninas, que en su mayoría operan en bandas. Ellas aparecen volátiles y frágiles, pero voluntariosas. Seducen a los hombres y los dominan. Son precursoras de las vengativas mujeres fatales que los prerrafaelitas tanto se complacían en pintar, así como de la áspera fealdad de las prostitutas en Las señoritas de Avignon, de Picasso (1907).
Uno de los temores más palpables expresados en los cuadros es el de que las mujeres trabajen juntas, como se evidencia en una litografía a color del artista francés Achille Devéria (circa1838), referente al mito de Hylas, que fue raptado por tres náyades –ninfas de las aguas– y obligado a vivir bajo el agua con ellas. Devéria representa a las náyades jalando al pobre Hylas corriente abajo; él se deja llevar, con los ojos vueltos al cielo como un santo mártir. Las ninfas aparecen fundidas con el agua; sus cuerpos flotan con la corriente, expresando su ritmo inevitable. Hylas aparece vencido, feminizado. Todas las náyades están desnudas de la cintura arriba y una lleva una falda color verde botella, semejante a la cola de una sirena. De hecho, recuerdan a las sirenas de laOdisea de Homero, que con su canto atraían a los hombres hacia la muerte.
El tratado feminista Reivindicación de los derechos de la mujer, de Mary Wollstonecraft, fue publicado en Inglaterra en 1792. Tres años después lo siguió la primera edición inglesa deNinfomanía, Disertación referente al furor uterino, del oscuro médico francés DT de Bienville, que tuvo gran influencia. De Bienville hizo la afirmación radical de que el deseo comienza en la imaginación, y atribuyó la ninfomanía a la popularidad de las novelas lujuriosas y lascanciones de amor.
Foto
Entre las pinturas de la muestra Cuerpos de la naturaleza destaca Musidora: la bañista alarmada ante la brisa dudosa, de William Etty (exhibida en 1846)Foto Tate Britain
Las mujeres que pasaban demasiado tiempo solas, leyendo, eran las que corrían mayor peligro. Sin embargo, las pinturas de la exposición que muestran mujeres solas son pornográficas, más que introspectivas. Las ninfas no parecen tener vida interior; existen como objetos de titilación, su privacidad es traspasada por el observador.
Así ocurre en varias representaciones de ninfas bañándose. Una de las más impactantes es Musidora: la bañista alarmada ante la brisa dudosa, de William Etty (exhibida en 1846), que aparece como un espectáculo para mirones refinados, inspirado en el popular poema Las estaciones: verano(1730), de James Thomson. La ninfa Musidora aparece bañándose sola en un arroyo del bosque; tiene el cabello húmedo y los senos al aire. Sólo está parcialmente visible, como consciente de que es observada. Significativamente, aparta la mirada del observador.
En el mundo clásico se suponía que las ninfas evitaban ser vistas por mortales. Si un mortal veía una ninfa, corría el riesgo de ser atacado de ninfolepsia, una especie de ataque epiléptico. Tales eran los peligros de la lubricidad. Al obligar al espectador a adoptar una postura de voyerismo, Etty juega con el peligro. No podemos evitar mirarla, y es de suponerse que sufriremos las consecuencias. Una vez más, el deseo es provocado y después castigado. La ninfolepsia también tenía pretensiones espirituales: se refería al anhelo de lo elusivo e intangible.
Como mujeres ajenas a las reglas de la sociedad, las ninfas eran asociadas en el imaginario popular con las prostitutas. En estas pinturas el erotismo es transgresor, inducido por la ninfa misma, cuya carne cremosa y suntuosa parece hecha para dar y recibir placer. EnLolita, la novela de Vladimir Nabokov (1955), Humbert Humbert describe como nínfula al objeto adolescente de su deseo. Confiesa que se está volviendo loco por esta mezcla en mi Lolita de tierna infantilidad soñolienta y una especie de escalofriante vulgaridad. Como Lolita, muchas de estas ninfas parecen ofrecer y rehuir el placer al mismo tiempo. La mujer es idealizada como coqueta, en tanto el macho es absuelto de responsabilidad por su propio deseo depredador.
Ninfa y Cupido, de Joshua Reynolds (exhibida en 1784), es el ejemplo más complejo. Es la única pintura de la muestra en la que la ninfa mira directamente al observador, aunque se cubre la mitad del rostro con la mano. Sólo un ojo es visible: taimado, seductor. Parece estar en una especie de budoir a la intemperie, envuelta la cabeza en un grueso manto rojo que la protege del cielo abierto, el cual es pintado en electrizantes tonalidades de verde. Típicamente las ninfas aparecían al medio día o a media noche –puntos de intenso calor u oscuridad–, pero esta escena transcurre al anochecer. La imaginación del espectador es invitada a especular con las posibilidades de las horas por venir. De esta forma la imaginación erótica de la ninfa se alía a la imaginación erótica del espectador. Ella ejecuta un striptease, o promete que lo hará. La ninfa de Reynolds tiene los senos desnudos, pero su parte inferior está cubierta con una gasa pálida. Su juego es ocultar algo, mostrar algo. Cupido tira de un extremo del arco verde oscuro que ella lleva sujeto a la cintura y parece desvestirla, con lo cual cumple el deseo del observador.
Todas las pinturas son obra de varones, excepto una: un pequeño grabado y aguatinta en papel de Caroline Mary Elizabeth Wharncliffe, que no tiene nada de notable ni sugiere en ninguna forma el sexo de la autora. No es culpa de los curadores, sino de los tiempos. Eran hombres quienes creaban imágenes de mujeres; ellos ideaban cómo eran vistas y, a su vez, cómo se veían a sí mismas. Y fueron hombres los que dictaminaron que padecían una locura. Ser ninfómana en ese periodo podía significar, sencillamente, que era una mujer sana.
La exposición continuará hasta el 19 de octubre.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

lunes, 24 de febrero de 2014

LOS POEMAS NUNCA SE HACEN VIEJOS, Fariza Ongarsynova-Kazajistán

LOS POEMAS NUNCA SE HACEN VIEJOS





LOS POEMAS NUNCA SE HACEN VIEJOS


Los poemas nunca se hacen viejos, los poetas sí, 

¿Pero les duele a los poetas esta triste idea?

Su eterno amor está saliendo de sus arrugas y edad

Como un ave Fénix fuera de una jaula.

Sus templos están cubiertos de nieve,

Su coronilla eonaria está fría,

Mas el espíritu todavía resplandece:

Las almas de los poetas no pueden envejecer.







Fariza Ongarsynova- Kazajistán

Traducción del inglés al español: Ana Muela Sopeña



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POEMS NEVER GET OLD



Poems never get old, poets - do,

But do poets regret this sad clue?

Their eternal love is getting out of their wrinkles and age

Like a Phoenix bird out of a cage.

Their temples are covered with snow,

Their eonian crown is cold,

But the spirit still glow:

Poets' souls can't get old.



Fariza Ongarsynova- Kazajistán

Traducción del Kazajo al Inglés: Olga Possokhova

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Fariza Ongarsynova nació el 25 de diciembre de 1939, en la aldea de Manash, Kazakhstan. Murió el 23 de energo de 2014. Ella fue la autora de una serie de libros y publicaciones poéticas, escritora de la gente de la República de Kazajstán, galardonada con el premio estatal de Kazajstán. Fue premiada con la orden "Dostyk". Se graduó en la Facultad de Filología del Instituto de Pedagogía. Trabajó como profesora, directora de escuela, y corresponsal del periódico y editora de la revista.
En sus obras la poetisa anima a amar y respetar a la nación, sus tradiciones y cultura. No son muchos los poetas que pueden combinar orígenes tales como la conciencia cívica y un abierto lirismo penetrante, la pureza y la nobleza de las relaciones humanas, y la tragedia de un amor no correspondido, las líneas sobre la amistad sagrada y un sabio pensamiento sobre el oficio de poeta. La poetisa Fariza Ongarsynova logró hacer esto.
Su primer libro poético "Nightingale", fue publicado en 1967. Desde entonces, la editorial "Zhazushy" publicó varias colecciones poéticas: "Melody" (1970), "tiempo Restless" (1972), "la generación de Proud" (1973), "Mis palomas" (1974), "lecho de un arroyo impetuoso" ( 1975); ómnibus de poemas seleccionados "Heat" (1978). Colecciones de poesía de la poeta en lengua rusa se publicaron en "Zhalyn" editorial - colecciones de poesía "Alarmas" (1979) - "Ternura" (1977) y "pájaro de juegos" (1988), y en Moscú editorial "Molodaya Gvardiya" , "Waiting for the sun" (1985), y en "Sovetsky pisatel" editorial - "Afflation" (1980). Además, ella fue la autora de los bellas ensayos "Altitude" y una historia documental "Kamshat".





Fotografía: Retrato de Fariza Ongarsynova, poeta nacional de Kazajistán